Por: Cristian Picón
Para la iaia que perturbó mi sueño hace unos días
¿Quién hubiera creído que eras tú
La del ungido estruendo a cada paso?
En medio de los objetos comunes y corrientes
Has colocado una mano, una balanza, un órgano podrido
Un rosario.
¿Quién hubiera envidiado tus peleas?
¿Quién tu patria sin rostro y sin árbol?
Las puertas a las que nunca tocaste
Se secaron
Los muertos que de por sí eran muertos
Antes de haberse ido
Te sorprendieron llorando
A la orilla del abismo
y no te dieron una sola expresión
de paliativo.
Nadie,
Ni los perros a los que alimentaste
Creyeron que tu sonrisa estaba
En el fondo de una mueca del tiempo.
Abrasaste tu cruz hecha de avispas
Los sueños que jamás te ocurrían
las madrugadas entre lluvia y ceniza
Los parques, las avenidas,
los faros, la mar, las margaritas.
Eras de noche mientras reías
Del fuego que devora los huesos
De nubarrones prestos a la malicia
Nadie te creyó cuando dijiste:
“Esta es mi vida”
Ni cuando lamías el polvo
Y pintabas de colores las brochas
Con las que se despinta la valentía.
Eran tiempos condensados de fiera en la palabra
Tiempos de andar cargando lodo en la garganta
Y aire en los zapatos
Tiempos de andar huyendo del retrato
Y terminar llorando en el retrete.
Pero la suerte quiso
Que quisieras querer ser luna llena
Quiso la suerte un quicio
Un salto alado, un hechizo
Quiso que la navaja se cansara de tener doble punta.
Y nació tu milagro con ombligo de fuego.
Tu rostro viejo
Se convirtió en verano
Tus palabras, tu voz, tus cayos
Dejaron de tener rencor
Y fueron a parar al viento que nos trajo a nosotros
En medio de la selva de los días
En donde
Tú sonríes
Como quien sabe a dónde termina el agua
Que nos cae de las nubes y de los terremotos
Cuando se tiembla
Sin saber porqué temblamos.
¿Quién hubiera pensado
que algún día,
en algún lugar del abanico,
tú creíste en las cosas
que pocos, muy pocos, hemos creído?
II/II
¿Qué podría decir yo que no supieras?
Qué podrías decir tú de tantos mares
Que navegaste
Capitaneando un barco de aire.
Siempre te pensaste y te piensas
Incompleta
Nunca terminarás de llover para tus trampas
Esas trampas aferradas
Que te pones delante
Y que terminas por no resistir
Eres una campana enmohecida
De la iglesia abandonada
Eres una fragancia antigua
Una flor siempreviva
Una palabra iluminada adentro en las entrañas
Estas entre las cosas que ocurren inevitablemente
En la espalda
En la calle
En la esperanza
En la flama.
No compartes tus sueños
Porque los consideras tuertos
Cortados en pedazos amorfos
Descompuestos por el paso del miedo.
Tienes razón cuando dices que nunca fuiste buena
Tienes razón
La bondad es amiga de la codicia
Tienes razón y sabes que no tienes razón.
Ya ves que tal parece que no sé a dónde voy
A pesar de saber de dónde vengo.
Tienes razón
No te amo
No quiero a Dios
Ni creo en los milagros
Pero creo en tus manos
Que a fuerza de cansancio
Me alimentaron
Creo en la sonrisa que no finges
En la codicia que no ejerces
Y estoy de acuerdo casi siempre
Con la forma de tus estupideces.
Síguete cansando
Muérete de hastío
Bien sabes que comparto contigo
Esa idea que tienes del infierno
Y que nunca he creído, como tú aseguras
Que existe el paraíso.
miércoles, 24 de febrero de 2010
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